Dicen que el amor es ciego, pero lo que nunca deben dejar de percibir
nuestros ojos y nuestro corazón es si estamos siendo manipulados por la
pareja.
Para Mila Cahue, autora de «Amor del bueno», las personas manipuladoras
son muy capaces «de hacernos tocar el cielo y darnos un paseo por él».
Sin embargo, advierte, llegará un momento en que nos embauque tanto con
su juego de seducción perverso que nos encontraremos diciendo «sí» a
situaciones en las que a posteriori no entenderemos cómo pudimos
aceptar.
En opinión de esta experta en relaciones de pareja, existe una serie de
comportamientos a los que hay que estar muy atentos y que nos
desvelarán si somos víctimas de una manipulación intencionada. Estas son
sus recomendaciones:
—Hay que desconfiar de alguien si al poco tiempo de conocernos nos dice
que está locamente enamorado de nosotros, que nos quiere, que somos la
persona que siempre ha estado buscando, que llora de la emoción por
ello... No hay que fiarse, es mentira. Si no nos conoce no puede
querernos, solo gustarle mucho.
También podría tratarse de alguien impulsivo cometiendo la imprudencia de decirlo cuando todavía no lo sabe.
—No fiarse si alguien tiene prisa, mucha prisa, por irse a vivir a
nuestra casa,por que adquiramos compromisos, por presentarnos a su
familia, por decirle a todo el mundo que tiene pareja. La prisa sirve
para ejercer presión y tomemos decisiones sin ser reflexionadas. Serán
decisiones que nos perjudiquen y el manipulador siempre saldrá indemne.
—Sospechar si se nos encoge el estómago como cuando estamos ante una
situación de riesgo. Es la forma que tiene el cerebro de indicarnos que
por ahí no vamos bien. Que hay algo que no le gusta.
—Tampoco hay que confiar si empezamos a responsabilizarnos de su vida:
de su trabajo, de sus hijos, de sus amigos... o, aún peor, de sus
contratos, de sus papeles legales. Cada uno debe hacerse cargo de sus
propios asuntos.
—Tienes todas las sospechas si te pide dinero o si empieza a vivir a nuestra costa. También si pasados los años no sabés cuánto gana, ni hay
acceso a las cuentas de ambos, mientras que todo lo nuestro está a su
disposición y conocimiento.
—Desconfiar si solamente cuenta historias de lo mala que ha sido la
gente de su vida: padres, amigos, ex parejas... El victimismo tan solo
pretende hacer que nos compadezcamos de él.
—Ser cautos si somos personas responsables y honestas y vemos que el
otro no lo es tanto: si es algo informal, despistado o se os escabulle
en algunas ocasiones con excusas. No debemos hacer de nuestra propia
honestidad y coherencia nuestra propia trampa.
—También puede ser llamativo que su familia esté encantada con la
relación. Normalmente existe un patrón familiar de ocultación de su
verdadera personalidad. Están deseando que alguien «pique ya», se lo
lleve y se responsabilice de sus asuntos morales y legales, pues ellos
llevan ya haciéndolo muchos años, demasiados.
—Cuidado si le descubrimos en alguna mentirijilla. No suelen ser de las
piadosas, sino la versión mini de las enormes trolas que están contando.
Por lo general pueden ser tan grandes, que no se pueden distinguir con
claridad o, incluso, pasan inadvertidas.
—Desconfiar cuando algún día descubramos una mirada extraña, un gesto
enloquecido, y lo justifiquemos y lo defendamos y lo obviemos ante
nosotros y los demás. Nos está utilizando y mostrando la punta del
iceberg.
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